Entrevistas

 

08-09-2008

Sam Roberts, “No me fío de los políticos”


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Sam Roberts es un inquieto e inteligente músico canadiense que acaba de pegar un auténtico pelotazo en su país con su último trabajo Love at the End of the World. Hace un año ya nos visitó para presentar Chemical City y dejó boquiabiertos a todos aquellos


Sam Roberts es un inquieto e inteligente músico canadiense que acaba de pegar un auténtico pelotazo en su país con su último trabajo Love at the End of the World. Hace un año ya nos visitó para presentar Chemical City y dejó boquiabiertos a todos aquellos que disfrutaron de su puesta en escena. En breve le tendremos de nuevo en nuestro país y junto a The Soundtrack Of Our Lives –grupo que admira y con el que su música está emparentada- promete convertirse en la sensación de este inminente otoño.

Para grabar “Chemical City” te fuiste a Australia, sin embargo esta ocasión has decidido quedarte en casa, ¿por qué?
Preferí hacer este disco en casa, en Montreal. Siempre había tenido la necesidad de visitar sitios nuevos, como Australia, para ver como esa experiencia podía inspirarme tanto al componer como al grabar. Pero en esta ocasión me di cuenta de que en tu propia ciudad, aunque te resulte familiar, hay cosas que no se ven a primera vista, que están escondidas. Las he encontrado al escribir las canciones, porque es cuando abres una parte de tu mente que no usas en el día a día y ves las cosas con una luz diferente. Recorrí las calles para captar como la gente encuentra la forma de coexistir, para ver las luces y las sombras de su lado humano. Eso se ha acabado convirtiendo en historias que son la base del disco.

Hay músicos que prefieren contar con una opinión externa a la hora de crear un álbum. Otros tienen claro como sonar y prefieren tener el control sobre la producción. Tú has optado por el término medio, coproducir con Joseph Donovan.
Es un tema complicado con el que he tenido que pelear en cada álbum. Como la mayoría de los músicos soy bastante protector con mis canciones y me cuesta aceptar la idea de que alguien ajeno va a saber mejor que yo lo que necesita una de mis canciones. Pero me he empezado a dar cuenta de que hay que ser capaz de escuchar las sugerencias de la gente, y en varias ocasiones en este disco Joseph se acercó a las canciones desde un ángulo totalmente distinto al mío y creo que ha acabado ayudando a hacerlas mejores.

Love At The End Of The World sigue sonando a Sam Roberts, pero hay un evolución palpable respecto a Chemical City y entre éste y su predecesor también había una evolución palpable. ¿Sientes la necesidad de evolucionar constantemente o es una forma de corregir cosas que no te dejaron del todo satisfecho?
Creo que la evolución es una parte más del proceso creativo, porque la vida cambia cada día y las composiciones tienen que reflejar ese cambio. En cualquier caso siempre te quedas atrapado entre tu creatividad y los errores que inevitablemente se comenten siempre y que no se pueden corregir. Y sí, creo que esos errores catalizan la evolución, aunque, evidentemente, no me tomo cada disco como una simple ocasión de mejorar esos deslices. Cada álbum tiene que nacer de la necesidad de decir algo.
Pero, ¿eres de los que se quedan contentos con sus discos?
Estoy todo lo contento que un músico puede estar. Porque siempre hay cosas que piensas que podías haber hecho de otro modo. Pero también es importante aceptar el disco por lo que es y estar orgulloso por lo que has creado.

Hay músicos que nunca acabarían un disco si tuvieran disco y dinero.
Tienes toda la razón. Así somos todos los músicos.

Bueno, no sé si todos… Al menos los que son algo perfeccionistas y tienen autocrítica.
Es normal empeñarse en la búsqueda de una gran canción y de un gran disco, pero hay un momento en el que hay que llegar a la conclusión de que “eso se supone que tiene que ser así”. Es importante ser capaz de llegar a ese punto, saber cuando un disco está terminado… Sobre todo por tu salud mental (risas).

Tus letras parece que están en una permanente huída de los tópicos del rock…
Siempre hay un momento para escribir canciones sobre chicas o coches, pero éste no es el mío y prefiero buscar puntos de encuentro entre experiencias humanas y sobre como elegimos vivir en este mundo y busco formas distintas de transmitir esa idea. Pero es algo que viene de forma natural, no puedes sentarte premeditadamente a buscarlo.

Eres bastante reflexivo y tus canciones hablan de la naturaleza humana, de la interacción entre personas y también de su aislamiento, del futuro… Yo no soy muy optimista, ¿cómo lo ves tú?
Intento mantener la esperanza y ser algo optimista, pero veo como constantemente tomamos las decisiones equivocadas. La supervivencia está en juego y habría que buscar como enderezar este mundo que hemos torcido completamente, y habría que llegar a un consenso. Tenemos todo el ingenio del mundo al servicio de las guerras, cuando se trata de aniquilar a otro país, pero lo otro no sabemos arreglarlo, me parece inaudito. No sabemos como salir del agujero en el que nos hemos metido y los políticos parecen totalmente inútiles… Estados Unidos está obrando muy mal y Canadá le va a la zaga, sólo Europa parece querer hacer algo por el medio ambiente. Pero nadie va a dejar de conducir sus cochazos… ¿para qué quieren esas enormes furgonetas? ¡Y en casi todas va montada una sola persona! Eso me pone enfermo y me sirve de inspiración para muchas canciones pero eso no lo va a arreglar.

Cuando vengas a España podemos quedar para realizar un suicidio conjunto o algo parecido (risas).
Podemos hacer un ritual masivo (risas) ¡pero antes hay que tomar una buena cerveza! (risas). Ahora en serio, es mejor luchar por mejorar este mundo, quiero que mis hijos vivan en un mundo que merezca la pena y quiero trabajar para ello y todo esto es bastante desalentador. Creo que hace falta una auténtica revolución, algo que realmente agarre la situación por los cuernos y la cambien para mejor. No me fío de los políticos, no podemos confiar en ellos.

Un amigo ruso que se fue a EE.UU. huyendo de lo soviético (incluso su padre trabajó en la KGB) echaba pestes de su país y del sistema, pero ahora, tras diez años viviendo en América dice que hace falta una revolución y que llegará. No sabe cuando ni como, pero dice que la historia ha demostrado que ningún imperio dura para siempre…
No podría estar más de acuerdo con él y me choca que digas eso, porque he escrito canciones acerca de eso, aunque desde mi punto de vista. He pensado bastante acerca del fin de los imperios y de cómo todos los imperios acaban mal aunque empiecen con buenas intenciones…

Las religiones y los nacionalismos son las dos causas que a lo largo de la historia han creado más guerras. Vives en Montreal, ¿cómo está el tema de la secesión?
Mis padres son de Sudáfrica, así que, aunque viva en la parte francesa de Canadá, mi primera lengua es el inglés y supongo que veo las cosas de otro modo. Sé francés y para ser parte de Montreal y tienes que saber expresarte en francés e incluso cantar en ese idioma, como hacen la mayoría de los grupos que salen de aquí. Yo he llegado a hacer alguna canción. Yo creo que nunca vaya a haber una excelente relación y segura entre la Canadá francesa y la inglesa, pero estos primeros se dan cuenta de que la humanidad va hacia la globalización y que para mantener su forma de vida hay que huir de esos nacionalismos que rompieron Europa en el siglo XIX.

Volvamos a la música. Muchos te consideran un artista en solitario, pero siempre aseguras que sois una banda…
Yo hice un primer disco en solitario, por mi cuenta, en un estudio, grabando yo todos los instrumentos prácticamente. Pero llevamos muchos años trabajando como banda, algunos llevan conmigo desde el instituto. Además creo que tan importante como componer es la forma de capturar esas canciones y la personalidad de cada músico les afecta.

Supongo que a la gente le despista que la banda se llame como tú. No quiero ofender, pero es un caso como el de Bon Jovi…
-(Risas) Bueno, sí… (risas) digamos que tengo mi propio Richie Sambora. Pero todo tiene una explicación: Hace muchos años nos fuimos a L.A. a buscarnos la vida como banda, pero volvimos pronto a Montreal, porque la gente necesitaba trabajar para pagar alquileres y la banda se deshizo. Yo comencé a trabajar solo y mandé una maqueta a la radico con mi nombre y me empezaron a pinchar. Fue muy divertido, porque yo estaba de viaje por España y Marruecos cuando me llamó un amigo que ejercía de manager y me dijo que saliera de la playa corriendo que me necesitaba en Canadá. Lo primero que hice fue volver a llamar a la gente de la banda para reunirnos de nuevo, pero, claro, no podía cambiar el nombre con el que estaba sonando en la radio para no confundir a la gente. Acababa de llegar lo que llevaba tanto tiempo buscando y no podía dejarlo escapar.

Comercialmente te están yendo las cosas cada vez mejor en tu país…
En canadá vendemos lo suficiente como para no tener que transportar muebles (risas), que es lo que hacía antes. Estoy contento. Para mí muy importante poder ser músico y eso que vender discos es una parte muy cuestionable ya en la vida de un músico. Los tiempos cambian y las cosas tienen que cambiar de estructura, supongo, pero el negocio está en tocar, más que en los discos.

¿Y fuera de la frontera de tu país qué tal va la cosa?
Tocamos en EE.UU. tanto como en Canadá, aunque no tengo tanto nombre. Pero el número de seguidores va creciendo y espero que también lo haga en Europa.

¿Sacrificarías tu libertad artística por unas ventas millonarias?
¡Noooo! He tomado varias decisiones que han demostrado que siempre he puesto por delante la parte creativa, más allá de lo material. Y no es que no me preocupen las ventas, porque me gustaría vender más para tener más dinero y que más gente estuviera conectando con mis canciones, pero no necesito lujos y no venderé mi credibilidad artística. No es algo que nos preocupe, no voy a cambiar mi forma de hacer música.

Déjame que te pregunte por las causas que te llevaron a grabar tan lejos tu anterior trabajo, Chemical City.
Nunca había estado en Australia y simplemente quería romper con la rutina de tres años de carretera. Quería vivir una experiencia distinta y me fui a viajar por todo el mundo a escribir canciones y cuando estuve en la otra punta del mundo paré para grabarlo.

¿Y crees que esa experiencia te afectó verdaderamente como músico?
Por supuesto, en muchos aspectos; viajar siempre es una forma de aclarar la mente. Conecto con el mundo y escribo canciones acerca de cómo los seres humanos conectan entre sí. Y, curiosamente, en ese lugar paradisíaco me puse a escribir sobre la decadencia humana, es un tanto irónico. Fue una extraña yuxtaposición.

Pero llevar allí a los músicos debió ser caro…
Bueno, para poder pagar los vuelos ahorré dinero de la grabación: alquilé una iglesia, que me salía mucho más barato que un estudio. Y allí estuvimos tres meses, viviendo y todo allí mismo. Eso fue mucho más edificante que cualquier otro estudio y estoy seguro que influyó en la composición y en la grabación.

Tras tres meses en una iglesia,¿te sentiste más cerca de dios?
(risas) No sé si Dios se habrá sentido cerca o si tuvo que huir a otra iglesia más tranquila. En cualquier caso no creo que haya ninguna connotación religiosa, pero sí cierta espiritualidad, como en cualquier música. Pero pude comprobar que las iglesias son sitios silenciosos que te ayudan a reflexionar sobre las cosas. No soy religioso, no voy a la iglesia, aunque fui bautizado como católico. Pero soy espiritual a mi manera y no siento la necesidad de expresarlo ni compartimentarlo, que es lo que pretenden las religiones.

La portada del disco hacía pensar que se trataba de un disco conceptual..
No lo es desde el punto de vista de que un personaje se mantuviera a lo largo de la historia, pero sí que había un enlace entre las canciones. La naturaleza esquemática de las letras, el sonido, pero creo que simplemente se trata de la unidad que necesita un disco. No es Tommy, definitivamente.

Encuentro una conexión sonora entre Sam Roberts y The Soundtrack Of Our Lives…
¡Me encantan! Estuve de gira con ellos y soy muy fan. Giré con ellos en 2003 y es de las mejores bandas que he visto en directo y aprendimos mucho de ellos, fue como una patada en el culo, nos pusieron las pilas y fue una lección acerca de cómo estar sobre un escenario. Definitivamente fueron una influencia, tampoco la única.

Muchas de esas influencias evidentemente vienen de los sesenta y setenta. Supongo que alguna vez te habrán dicho que tus canciones tienen un toque retro.
Sí, alguna vez, no me molesta. Pero tampoco creo que seamos una banda retro. Vivo en el siglo XXI y evidentemente, aunque me inspire música de hace varias décadas, mis canciones están pasadas por el filtro de la actualidad. Simplemente creo que formo parte de una tradición y me siento orgulloso de ello… The Verve, Stone Roses, Wilco, Chuck Berry, Kinks, Who, Hakwind son parte de la música que me ha conformado e inspirado y cuando me falta inspiración vuelvo a ellos. Yo, en cualquier caso, intento evitar tendencias, intento trabajar de un modo más profundo.

Volviendo a Love At The End Of The World, vais a editar una edición especial en doble vinilo, ¿te gusta nadar contra la corriente o simplemente echas de menos esos días en los que la música era algo más romántico que un frío archivo de mp3?
Creo que el vinilo está volviendo y me alegra. Hay gente que se empieza a dar cuenta de que comprar es una experiencia mucho más satisfactoria cuando lo haces en una pequeña tienda especializada, en la que los dueños y empleados realmente están comprometidos con la música. Y mucho mejor si entonces te encuentras con una portada gloriosa en vinilo en lugar de una pequeña imagen en tu ordenador. Y te lo llevas a casa y lo pinchas… y escuchas la aguja … ¡Y suena tan bien! Así es como el rock’n’roll debería sonar. Sí, supongo que soy un poco romántico en lo referente al vinilo… ¡Pero está más que justificado!

Autor: J.F. León

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